viernes, 14 de noviembre de 2008

Requiem a medianoche II

Porque sobre las azoteas las vidas parecían minúsculos puntos que avanzaban, estaban quietos fisgoneando, llevaban a otros puntos a la escuela, se besaban,... Y durante todas aquellas noches Hadrián se confesaba y regalaba oraciones a su padre; aunque también maldecía sin pausa el oscuro destino que lo subyugaba a una existencia necesariamente anónima porque precisamente en el silencio atroz había ido deconstruyendo su alma de un modo azaroso, perdiendo facciones, nublando su raciocinio mediante un cuadro tridimensional de enigmas. No recordaba cuándo había dejado de ser humano, cálido.

Era él , la Bestia, un ser dotado de dones inimaginables siguiendo las dolorosas calles del sufrimiento de seres tan bellos como frágiles, inútiles, perecederos. Suspiró en un extraño quiebro de su cuello. 23:50 marcaba el reloj de la Puerta del Sol. 10 minutos. la hora.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Réquiem de medianoche

Desde la azoteas del edificio Telefónica, Hadrián observaba el tráfico veloz a modo de luces que se movían trazado esquemas variados. Fijó los ojos sobre Teresa, q yacía inerte sobre sus brazos con signos de violencia reciente. Mi joven víctima, pensó, y desenredó con cuidado su pelo. La dispuso para el ritual que cada noche representaba. Casi era la hora.

Hadrían había nacido Bestia. Éste era precisamente el rol que venía desarrollando a modo de crímenes sin sentido y de manera secuencial desde que fue consciente de su condición ignominiosa. Era un animal cruel, despiadado, abandonado de cualquier atisbo de piedad. No era capaz de recordar cuántos habían precedido a Teresa. Y sin embargo la muerte de Teresa era diferente.

Metros más abajo la ciudad se desarrollaba despreocupada, inconsciente de la realidad cruel que los acechaba cada noche, si bien los periódicos hacían eco de manera insistente de la desaparición de persona, al tiempo que la autoridades no cesaban de aconsejar prudencia. Pero la realidad traducida en hechos sin piedad siempre resulta un fenómeno ajeno.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Madrid: cuatro noches, cuatro días

Modelo: Encarnita Abellán / Maquillaje y peluquería: Lorena Alonso


Madrid apagaba sus luces al compás de sirenas frenéticas, taxis blancos, chinos vendiendo latas de cerveza en la esquina de Fuencarral y prostitutas, mientras el resto de la ciudad se recogía. Nani respiró profundamente. Sus brazos se convirtieron en autopistas de luz, sus ojos parpadeaban como el neón y sobre su piel se distribuían aleatoriamente reflejos de pequeños puntos luminosos que conseguían que su belleza se intensificase de tal manera que difícilmente habría pasado desapercibida. Era una mujer infinitamente hermosa.

Sin embargo, horas después, con cada mañana la ciudad vencida renacía y regresaba menos intensa pero igualmente diferente a como Nani se sentía por dentro. Los neones habían sido sustituidos por desayunos y los chinos por gente leyendo la prensa tranquilamente. Creyó estar viviendo otra realidad, una dimensión paralela, con ritmos descaradamente diferentes.

Se acercó a un escaparate y apoyó la cabeza contra él con los ojos cerrados, apretando los párpados. Necesitaba saber que se descubriría ella misma, tranquila y sin misterio, frágil, proyectándose más allá de las sonrisas efímeras que le dedicaban gente que apenas conocía. Fijó la mirada con nerviosismo sobre su imagen reflejada. Un extraño estremecimiento recorrió su cuerpo mientras una lágrima iniciaba un viaje incompleto.