viernes, 14 de noviembre de 2008

Requiem a medianoche II

Porque sobre las azoteas las vidas parecían minúsculos puntos que avanzaban, estaban quietos fisgoneando, llevaban a otros puntos a la escuela, se besaban,... Y durante todas aquellas noches Hadrián se confesaba y regalaba oraciones a su padre; aunque también maldecía sin pausa el oscuro destino que lo subyugaba a una existencia necesariamente anónima porque precisamente en el silencio atroz había ido deconstruyendo su alma de un modo azaroso, perdiendo facciones, nublando su raciocinio mediante un cuadro tridimensional de enigmas. No recordaba cuándo había dejado de ser humano, cálido.

Era él , la Bestia, un ser dotado de dones inimaginables siguiendo las dolorosas calles del sufrimiento de seres tan bellos como frágiles, inútiles, perecederos. Suspiró en un extraño quiebro de su cuello. 23:50 marcaba el reloj de la Puerta del Sol. 10 minutos. la hora.

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